NÚCLEO PROBLÉMICO 3. Lo estético, lo artístico y lo extra-estético.
NÚCLEO PROBLÉMICO 3. Lo estético, lo artístico y lo extra-estético.
La Estética, la cual fundamentalmente se define como una teoría filosófica de la belleza formal y del sentimiento que ella despierta en el ser humano, pertenece al razonamiento lógico del hombre y a los principios fundamentales de la humanidad, y que se engrandece cuando se apega a estos principios.
Cuáles son las verdades del arte, para responder a esta pregunta nos basamos en la idea badiouiana de verdad como cuerpos subjetivables, cuerpos que se caracterizan primordialmente porque, en la fórmula de su construcción, todo cuanto lo compone es compatible, por tanto en el interior de una verdad hallamos siempre una relación de compatibilidades entre todos sus elementos. Nos encontramos en la definición del aparecer de una verdad, por ello afirmamos que el arte es productor de verdades en cuanto que produce un cuerpo, un lenguaje subjetivable, aunque creado en un mundo particular; no se manifiesta fundamentalmente como propiedad de ese mundo determinado, sino que trae consigo la posibilidad de que ciertos mundos, diferentes entre sí, sean, sin embargo los mismos, desde el punto de vista de la verdad en cuestión.
Cuando visitamos una exposición, por ejemplo: Es posible porque es posible de Raqs Media Collective, o vemos La ballena va llena de Estrella del Oriente, u observamos los neones: Foreigners Everywhere -Extranjeros por todas partes- de Claire Fontaine, y nos deslumbramos frente al trabajo artístico, nos hallamos en la incorporación de un procedimiento de verdad, más precisamente en el procedimiento de verdad de la circunstancia artística. La experiencia de incorporación puede ser frecuente, se trata de una experiencia de subjetivación, el hombre y la mujer, en su singularidad absoluta, como elemento del mundo, pasan a ser una parte de ese cuerpo de de verdad que aparece.
Podemos concluir que, primero, tanto el arte como la filosofía son operaciones de identificación, sitúan verdades -en particular, verdades de su tiempo- mediante la construcción de un concepto renovado acerca de lo que es una verdad. Y segundo, a través de la categoría de verdad, la filosofía y el arte vuelven composibles registros diferentes y heterogéneos de verdad. Así pues observamos un ejercicio doble, por un lado una función de discernimiento y otra función de unificación.
Para resumir lo más posible este trabajo, rescatamos aquí las palabras de Badiou, como ejemplo de la filosofía de hoy, cuando afirma que la filosofía es un diagnóstico de la época que responde a lo que la época inquiere. Es también la construcción, basada en esa proposición contemporánea, de un concepto de verdad. Y es, por último, una experiencia existencial relativa a la verdadera vida. Y, de igual manera, podemos decir, después de las correlaciones entre arte y filosofía que hemos estudiado, que el arte de hoy es también la unidad de estas tres cosas.
¿Cuales son sus funciones y su naturaleza?
Con el título de «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» publicó Kant en Komgsbey (1764) este ensayo de vario y atrayente contenido. Numerosas ediciones sueltas se han hecho de este encantador tratadito, sin contar las varias ediciones de las obras completas del autor.
Más que de estética, en el sentido estricto de la palabra, tratan las «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» de asuntos varios, moral, psicología, descripción de los caracteres individuales y nacionales; en suma, de toda suerte de temas interesantes que pueden ocurrirse alrededor del asunto principal. Está escrito en estilo fácil y cómodo -extraña excepción en la obra de Kant-, lleno de ingenio, alegría, penetración, con una sencillez encantadora. Se comprende fácilmente que un crítico haya podido comparar a Kant -refiriéndose a esta obra- con «La Bruyère», el autor de los «Caracteres».
En este ensayo es donde Kant ataca por primera vez el problema estético, y aunque sus ideas fundamentales acerca del arte y la belleza se hallan sistemáticamente expuestas en su obra posterior, la «Crítica del Juicio», tienen, sin embargo, las «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» cierto interés para el conocimiento de los orígenes de la estética kantiana. Pero sobre todo constituyen, como hemos dicho, una serie de delicadas ocurrencias, de certeras observaciones, de agudas críticas, sin el aparato solemne de la exposición didáctica.Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado. Una gran altura es tan sublime como una profundidad; pero a ésta acompaña una sensación de estremecimiento, y a aquélla una de asombro; la primera sensación es sublime, terrorífica, y la segunda, noble. La vista de las pirámides egipcias impresiona, según Hamlquist refiere, mucho más de lo que por cualquier descripción podemos representarnos; pero su arquitectura es sencilla y noble. La iglesia de San Pedro en Roma es magnífica. En su traza, grande y sencilla, ocupa tanto espacio la belleza -oro, mosaico-, que a través de ella se recibe la impresión de lo sublime, y el conjunto resulta magnífico. Un arsenal debe ser sencillo; una residencia regia, magnifica, y un palacio de recreo, bello.
Un largo espacio de tiempo, es sublime. Si corresponde al pasado, resulta noble; si se le considera en un porvenir incalculable, contiene algo de terrorífico. Un edificio de la más remota antigüedad, es venerable. La descripción hecha por Halles de la eternidad futura, infunde un suave terror; la de la eternidad pasada, un asombro inmóvil.
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